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Vanagloria

  • Silvia Lopez
  • 8 dic 2016
  • 2 Min. de lectura

La estima propia exagerada, ciega a su poseedor a las posibilidades y peligros; pero se construyen caminos de humillación, destrucción, cayendo en cadenas de pecados y la vida se hace vana. El ser humano confía en sus propias potenciales almáticas y cree en las posibilidades de una adecuada acción, erradamente.

La vanagloria es una expresión de orgullo exagerado, es la jactancia del propio valer u obrar, es la presunción de los propios méritos o cualidades, es el manifiesto ostentoso sobre sí mismo, es sinónimo de envanecimiento, engreimiento, fanfarronería, petulancia, altanería, infatuación y por supuesto vanidad.

La vanagloria es una actitud contraria a la humildad, sencillez, modestia y es una forma de soberbia. Quien toma la actitud de vanagloriarse, tiene sobre sí mismo una opinión satisfactoria, arrogante, tiene un valor especial y de gran relevancia, aunque no haya una justificación. Hay que tener en cuenta que no está bien socialmente hablar elogiosamente sobre uno mismo, lo correcto sería que los demás hablen o comenten sobre las cualidades o valores de uno.

Se entiende que la vanagloria constituye un defecto, pues el individuo adopta una posición de superioridad sobre el resto de las personas. Si alguien se muestra orgulloso por un motivo justificado y sin ninguna pretensión, es equilibrada y razonable su valorización; pero si el orgullo es desmedido fácilmente se cae en la vanagloria, algo valorizado excesivamente consecuentemente es rechazado moralmente. Si la actitud es desmedida puede llegar además al endiosamiento y se resalta la alteración de la personalidad.

Esta forma de arrogancia para la cristiandad es uno de los vicios humanos y es una actitud pecaminosa. En La Palabra encontramos muchas referencias sobre este comportamiento, pues se ve la falta de respeto hacia los demás y a la humildad, las virtudes que Jesucristo defiende. Es con frecuencia que atreves de las escrituras recibimos importantes lecciones sobre la insensatez y la testarudez del ser humano vanagloriándose de sus habilidades naturales; el hecho de estar seguros en lo que podemos hacer no es malo, pero la realidad demuestra que a veces no admitimos nuestras debilidades y no aceptamos ayuda de nadie y debido a esa autosuficiencia hasta llegamos a pensar y creer que no necesitaríamos ni siquiera de la “gracia de Dios”.

Por ello encontramos en “la vanagloria de la vida” 1 de Juan 2:6 que dice “El que dice que permanece, debe andar como El”, y 1 de Juan: 1-2 y el Salmo 148 nos nutre de “la vida que es manifiesta” y “la comunión verdadera” con el Padre. Proverbios 11:2; 16:18 y 29:32 nos enseña que cuando viene la soberbia viene la deshonra, el orgullo es sinónimo de caída, de fracaso tras la altanería, y por último el orgulloso será humillado y el humilde será honrado. El orgullo es algo que Dios aborrece y la vida se hace vana cuando el hombre se angustia por las riquezas y corre detrás del dinero, la fama, el poder y los bienes materiales.

Recordemos que no debemos formar planes sin ningún reconocimiento de la voluntad de Dios, debemos pedir su dirección y la revelación de la forma más apropiada de nuestro accionar en cuanto a nuestros potenciales.


 
 
 

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